23/4/08

Señorito, mi primer caballo


Voy ha hablar un poco de mi primer caballo. Me cuesta hacerlo porque me dolió mucho su muerte, en parte me siento culpable por haber confiado en los demás y no haber estado lo suficientemente informada para tomar decisiones, que quizás le hubiesen salvado la vida.
Después de mi experiencia en la hípica de Botafuego, tomé la decisión de comprar mi propio caballo, donde intentaría aprender y además, solo yo lo montaría. Me dio el venate, ese que me da cuando quiero algo y lo tengo que tener ya, ( si puedo) así que decidida, empecé a preguntar. Allí había un monitor, llamado José Mari que su padre tenía una cuadra, donde tenían caballos de particulares, que cuidaban y alimentaba. Yo no sabía que eso era posible, antes siempre había pensado que el que tenía caballo, era
que tenía mucho dinero o bien terreno suficiente para tenerlos, no tenía idea que hubiese personas que se dedicaran a eso. El me dijo que en la cuadra de su padre había un caballo que se vendía, muy cortada y además preocupada pensando si hacía bien con seguir con esta locura, me fui a la dirección que me dijeron. Pregunté en la calle a unos chicos, donde estaba la cuadra de Pepe el del “tejar” (que es como se conoce al dueño) y casualmente uno de ellos era el hijo menor que me había visto alguna vez en la hípica de botafuego, así que me llevó a la cuadra y me sacó para que viera a Señorito. ¿ Cómo voy a explicar lo que sentí? Allí estaba, era precioso, capa alazana oscura, hispano-árabe, a pesar de no estar entero, no le pelaban porque tenía una melena rizada y muy bonita y le habían dejado las crines largas, era una preciosidad, sabía tirar de carro aunque no me dio tiempo de probarlo, no tenía ni una sola mancha, de tamaño tampoco era muy alto, por lo que me gustaba mas todavía, ya que entonces, yo pensaba, que si me caía el porrazo sería menor. (Después he sabido que los peores golpes te los das con los ponis) Me dio un vuelco el corazón y cosas que no me había atrevido hacer con los de la hípica, con él lo hice, fue acercarme, mirarle a los ojos y acariciarlo, supe desde ese momento que era mío y yo suya. Quedé en volver para ver al padre y así lo hice. Este hombre, como muchos que he conocido en este mundo, son de medias cosas, no sé como explicarlo, hablas con él y es como si te dejara a medias siempre. Me dijo el precio y que tenía que hablar con el dueño, volví varias veces y nada, que no lo localizaba, que estaba fuera y que tal. La cosa es que al final, me dijo cuanto quería y enseguida acepte el precio, como cualquiera que me hubiese dicho, porque yo estaba loca por el caballo y no tenía quien me asesorara y aconsejara, ni me dijera si era caro o barato.Con el tiempo supe, que el dueño, se gastaba más de lo que ganaba en cosas que hacen mucho daño y que no pagaba las mensualidades del caballo, llegado el momento, Pepe el del tejar, se quedó con caballo, así que yo en realidad a quien se lo compré fue a él, no al chico, que no llegué a conocer. Me hizo esperar un tiempo que a mi ese me hizo una eternidad y sería el que él necesitó para localizar al otro y convencerle que para liquidar la deuda tenía, había que vender el caballo. La cosa es que ya era mío y que todos los días estaba deseando que llegara la tarde para ir a verlo. Al principio, Pepe cogió un ramal un par de veces y me dio unas vueltas en el picadero, cosa que pagaba yo sin saberlo, ya que me cobraba bastante más que a los demás. Cuando lo supe, me armé de valor y se lo dije, así que empecé a pagar lo que los demás y ellos con la sangre tan fría como tienen esta gente, pasaron de mí totalmente. La mayoría de las veces, solo me sentaba a mirarlo y las menos, me subía en el picadero, donde el caballo hacía lo que él quería, andaba y paraba a su antojo porque yo no sabía como mandarle y nadie me decía nada, con la de consejos que doy yo ahora para ayudar a los que empiezan y lo hago con gusto. Pero quiero que sepáis que no he encontrado gente mas interesada, que la gente que anda en el mundo del caballo, por lo menos donde me muevo yo. Así estuve algunos meses, hasta que un sábado de los que ellos salían al campo y yo me quedaba allí mirando como se iban, me dijeron que los acompañara y temblando pero decidida, me fui con ellos.

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