11/8/08

¿No hay quinto malo?

Tenía mucha ilusión por ir a ver a Calandria con mis primas. Ellas no me han visto nunca montar, solo fotos y vídeos. Era una tarde de mucho calor pero allí arriba, en verano, siempre está agradable, porque está muy alto y por los árboles que le rodean siempre se está bien. En invierno, hay que ir muy abrigados porque hace mucho frío. Así que nos fuimos a ver como se me daba la quinta vez que iba a montar a Calandria. La primera, salí a la calle, acompañada de Antonio (el domador) y las cuatro siguientes, hemos trabajado en el picadero. Las cuatro veces anteriores, no me había ido mal del todo, o por lo menos a mí me lo parecía pero esta ultima, ha sido horrible. Aunque ahora, pensándolo bien, no era para tanto, el problema no es de animal, sino de trato entre humanos. Este señor es un gran domador pero se excita demasiado en su celo por explicarte como tienes que hacerlo y lo que consiguió con ello en este caso, es que me pusiera nerviosa y no fuera capaz de hacerlo bien. Empezamos dando unas vueltas al paso para ambas manos y sin problemas. Me dijo que galopara cuando estaba en la mano derecha y bien. Hasta ahí todo perfecto, incluso me dijo que para final de mes me la podía traer pero... Ay Dios, cambié de manos y me dijo que galopara y la yegua salía trocada. Lo probé una vez y varias más y no había manera.











Cada vez chillaba más y yo cada vez más aturdida, para colmo, le lanzaba algunas miradas a mi prima Lola y la cara era blanca como la pared. Después me dijo, que no era porque yo lo estuviese haciendo bien o mal, porque ella no lo sabe, ni porque oyera al señor dar gritos porque tampoco los oía, sino porque le daba miedo verme ahí subida. En fin que me bajé, se subió él y yo no le dije nada pero tuvo que hacer varios intentos, para que lo hiciera bien. Después me subí yo y ya lo hizo bien. A continuación me dijo que le soltara toda la rienda, que la cogiera por el nudo y así estuve dando algunas vueltas al paso. Cuando le pareció, me dijo que a la calle de igual manera, o sea, con las riendas sueltas y le dije que a la calle sí pero que con las riendas cogidas. Cosa que le cabreó más de lo que estaba. En fin, después de subir y bajar un par de veces el carril, me bajé y otra vez gritos, porque tampoco le gustó como intenté colocarla para bajarme, ya que utilicé la otra mano para ayudarme.











Así que me vine a casa más desencantada que en ninguna de las visitas que le había hecho anteriormente. Hemos mantenido una conversación telefónica y aclarado algunos puntos. Los dos intentaremos llevarnos mejor para que no me vuelva a pasar esto. Al parecer, lo que a él le molesta, es que yo replique sus ordenes y yo no lo hago porque no crea que está acertado ya que soy una ignorante a su lado, sino por explicarle porque hago lo que hago. Pero en fin eso a él no le gusta y a mí tampoco que me grite. El próximo día, procuraré estar callada, intentaré hacer todo lo que me dice, aunque muchas veces, creo que me complica con cosas que no son para tanto. Espero que mi próxima visita, sea más agradable que esta. Lastima de mis primas, que también iban con trabajo y con ilusión de pasar una tarde agradable y no lo fue del todo por estar empañada por esta situación.

No hay comentarios: