3/8/08

La Cuarta


En esta ocasión, me acompañaron mi hermano Miguel y mi cuñada Ani. Ninguno de los dos es aficionado, aunque por supuesto, como viven en esta tierra, están acostumbrados a ver caballos y también espectáculos.
He notado esta vez que está más delgada de lo que ya la venía viendo, cuando anteriormente se lo he comentado a Antonio, me ha dicho que era natural porque estaba trabajando mucho, esto no me convence del todo pero en realidad, prefiero que esté delgada ( ya tendrá tiempo de engordar) a que por pasarse con las comidas y los calores, tengamos algún disgusto.
Llevaba mi silla porque hasta ahora las que me ha dejado él, me hacían daño en cierta parte y además no estaba cómoda. En la mía, mucho mejor, ya la tengo amoldada y tiene dos huecos que le he ido haciendo con el uso, que me sirven para sujetarme con las rodillas cuando lo necesito, por lo que voy mas firme y segura.
La subida no la exageré, aproveché un desnivel y ahí pusimos la yegua porque anteriormente, yo me empeñaba en subirme en un arríate para poder montar, cosa que queda muy poco estética, así que en un momento, estaba arriba, aunque él sigue sujetándomela, cosa que ya quisiera yo que empezaros a dejar de hacer, a ver si la yegua se acostumbra al pequeño toque que le doy con el estribo y que le hace sobresaltarse un poco. Espero que esto no la haga huir de mí y cuando me vea, no me deje subir. Entré más decidida en el picadero y después de alguna vueltas, miraba la cara de Antonio y no la veía muy mala, al poco me dijo que galopara, cosa que hice sin rechistar, aunque él me daba alguna orden con el tema de las dichosas riendas, que supongo que no las sujeto con suficiente fuerza y al cabo de algún tiempo, se me queda una mas larga que otra, cosa que hace que la yegua no vaya todo lo bien que debiera.

No estuve mucho tiempo galopando, dijo que parara cuando quisiera, cosa que la vez anterior no me permitía y después de pararla y cambiar de mano, le vi una expresión en la cara como de satisfacción y me dijo, mejor ¿no? Le dije que si y salí del picadero, cuando me iba a bajar, de pronto me dice que me vaya fuera de la cuadra, al carril y no me dejaba ni colocar bien las riendas, empezó otra vez con el enfado, insistiendo que me fuera a la calle, así que me fui, subí la mitad del carril y me di la vuelta pero no entré en la cuadra, él también estaba preparado para no dejarme y seguí hacía a bajo, a la vuelta no me dijo nada ni yo a él, seguí de nuevo para arriba y llegue hasta la carretera, me encontré con un lugareño con el que cambie algunas palabras sobre el calor que hacía y cogí una hoja de acebuche para chupar porque tenía la boca y la garganta seca. Pasamos por una parcela donde había una máquina trabajando y pensé, veremos esta, como reacciona al ruido pero movió un poco las orejas y siguió tan tranquila. La yegua me miró un par de veces pero siguió todas mis instrucciones con una gran nobleza y muy relajada. Al comentarle que en la calle iba de dulce y que me adaptaba mucho mejor que en el picadero, me dijo que era normal porque ella sabía que allí era donde se trabajaba y estaba alerta a mis ordenes, mientras que en la calle, ya sabe que vamos de paseo.
Noto que la gente de mi cuadra, están expectantes a ver que pasa porque me pregunta como va y parece como si les extrañara cuando yo les digo que todo va tan bien. Creo que siguen pensando que con esa yegua, no voy a poder, o quizás haya otra razón que desconozco.

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